Cecil Taylor

Cecil Taylor

por César Aira
Argentina, 1987

Cecil Taylor empieza con una escena magnífica y totalmente asombrosa: una prostituta neoyorquina, al volver a su depto después de una noche de trabajo, se encuentra con un grupo de vagos que están mirando algo en la vidriera sucia de un negocio abandonado.  ¿De qué se trata?  La lucha inminente entre un gato y una rata.  De repente, la mujer golpea la vidriera con su cartera, distraendo del gato suficientemente para que se escape la rata.  Los hombres se enojan con ella a causa de la interrupción del show, y un hecho de violencia no especificado tiene lugar como resultado.  A pesar de ser tan cautivador, es facil pasar por alto la genialidad de este principio porque lo que sigue en lo demás del cuento no parece tener nada en común con ello.  En lugar de eso, encontramos la historia del pianista free jazz Cecil Taylor situada en el año de 1956.  Taylor, en aquel entonces un cero en cuanto a la fama, sufre la indignidad de ser expuesto a la mofa pública en bares con piano donde todos los clientes son músicos, drogadictos, o alcohólicos; en lugares prestigiosos como el Village Vanguard, donde él tontamente cree que al menos sus collegas los músicos tratarán de comprender sus inovaciones atonales; e incluso en una fiesta privada en la casa de Long Island de la señora Gloria Vanderbilt (los invitados aplauden cuando la heredera dice "para").  Frente al estilo de vanguardia del músico, casi todo el mundo reacciona con desaprobación a su arte atonal o, lo que es peor, con una pregunta sincera sino insultante cómo la del dueño del bar que especializa en el tráfico de la heroina: "¿No habrás querido tomarnos el pelo?"  Aunque las desdichas de Taylor nunca paran a lo largo del cuento de 14 páginas, la belleza salvaje y la artesanía del relato se encuentran en la escritura fiera de Aira y en la sugerencia provocadora que el proceso creativo--la realidad vivida en cual los conciertos de Taylor generan una falta de comprensión evidente como "escarnio invisible licuado en risitas inaudibles" [136]--es análoga en alguna manera a la historia de la prostituta y los vagos en cuanto al "fracaso" del artista de sobrepasar lo que se esperaba en la imaginación de la audiencia.  Aira, ¡vos sos un capo!

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"Cecil Taylor" begins with a magnificently drawn and absolutely striking scene: a New York prostitute, returning to her apartment early one morning after a night of work, runs into a group of lowlifes apparently transfixed by something visible through the dirty windows of an abandoned storefront.  What are they looking at?  An impending fight between a cat and a rat.  Suddenly, the woman strikes the glass with her purse, distracting the cat long enough for the rat to escape.  The men then get mad at her on account of the interruption of the show, and an unspecified act of violence takes place as a result.  As attention-grabbing as all this is, it's easy to overlook the compositional brilliance of this opening scene because it doesn't really appear to have much in common with the rest of the short story apart from its atmosphere.  Instead, we're treated to a hard luck story about free jazz pianist Cecil Taylor set in 1956.  Taylor, at that time a virtual nobody in terms of his fame, suffers a series of public indignities in piano bars where the small crowds consist primarily of musicians, drug addicts, and alcoholics; in a disappointing showcase performance at the Village Vanguard, where he foolishly believes that at least his fellow musicians will understand what he's trying to accomplish; and even at a private party given by Gloria Vanderbilt at her Long Island mansion (the guests applaud when the socialite pulls the plug on him).  Confronted with the musician's avant-garde stylings, almost everybody responds to his atonal art with either open disapproval or, what's worse, this sincere but insulting question put to him by a bar owner almost exclusively occupied with heroin-trafficking: "Are you sure you're not just pulling our legs?"  Although Taylor's misfortunes never let up throughout the length of this fourteen-page story, the savage beauty and the craftsmanship of the tale are to be found in Aira's feral writing and the provocative suggestion that the creative process--the lived reality in which Taylor's performances generate a lack of understanding manifesting itself as "escarnio invisible licuado en risitas inaudibles" ["invisible derision liquified in inaudible laughter"] [136]-- is somehow analagous to the story about the prostitute and the night owl lowlifes in terms of the artist's failure to deliver what constitutes a show in the minds of the audience.  Aira, you the man!

Fuente/source:
Juan Forn, ed.  Buenos Aires: Una antología de nueva ficción argentina [Buenos Aires: An Anthology of New Argentinean Fiction].  Barcelona: Editorial Anagrama, 1992, 129-144.

Arriba/Above: Cecil Taylor; Abajo/Below: César Aira