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domingo, 26 de febrero de 2023

La sed

 
La sed (Blatt & Ríos, 2020)
por Marina Yuszczuk
Argentina, 2020

La literatura vampiresca no es lo mío, pero me gustó este page-turner sangriento sobre una vampira suelta en la Buenos Aires decimonónica y otra mujer solitaria (¿un interés amoroso?  ¿solo otra víctima?) en la actual capital cuyos caminos se encuentran en la segunda mitad de la novela.  Basta decir que, entre algunas escenas saturadas con charcos de sangre y otras dedicadas al "vómito negro" y el "gran cementerio de putrefacción" que era Buenos Aires en el tiempo de la fiebre amarilla (64), Yuszczuk se aprovecha de su tema para desatar una serie de llamativas descripciones sobre la melancolía (en un momento, se nota "una tristeza infinita, como un lago" en los ojos de la criatura de la noche principal [255]), el paso del tiempo ("Quizás la perfección para ocultar la muerte sea la victoria más contundente de este siglo" [66]) y las tumbas y bóvedas del imperio de la muerte ("Este es el cementerio más antiguo de la ciudad, y el único que conserva para la muerte la elegancia de otra época.  Un sueño de mármol hecho con dinero, el de las familias ricas.  Solo los que podían comprar su derecho a la poesía de la muerte están acá; para los otros, las fosas comunes o las piedras desnudas que sellaron definitivamente su insignificancia sobre la tierra" [12]).  Un libro copado, más estilo La condesa sangriente que el gótico en cuanto a su retrato de la violencia, pero quizás lo más memorable por una sensibilidad perfumada con una gravedad inesperada y desesperada.

Marina Yuszczuk
(foto: Anita Bugni)

sábado, 18 de febrero de 2023

The Tempest

 
The Tempest (W.W. Norton, 2019)
by William Shakespeare [edited by Peter Hulme and William H. Sherman]
England, c. 1610

I hadn't read any Shakespeare in about 20 years so I thought it was time for a reboot.  While maybe a little bit more of a mixed bag entertainment-wise than I'd remembered, The Tempest didn't really disappoint in spite of a non-canonical dull stretch or two.  I was secretly tickled, for example, to be reminded right off the bat just what a coarse, crass fellow the Greatest Writer in the English Language could be.  I mean, he doesn't even get out of Act 1, Scene 1 before the "honest old councillor" Gonzalo opines that the boatswain of the sinking ship that's going down probably won't die from drowning even "though the ship were no stronger than a nutshell and as leaky as an unstanched wench" (1.1.41-43).  Oof, a vivid but not necessarily the most "family-friendly" image!  Similarly, Antonio, "the usurping Duke of Milan," whose unlawful moves against his brother Prospero, "the right duke of Milan," have set the romance's whole shipwreck + magic + revenge machinations in motion, also doesn't wait long before exclaiming that he wishes that same ill-regarded mariner "mightst lie drowning the washing of ten tides!" (1.1.52-53)--what the notes to my edition helpfully explain as "an exaggerated form of the sentence passed on pirates, who were hanged on the shore at low-water mark and left there until three tides had flowed" (6).  Wow, King James' England is in the house!  Culture and civilization are in the eye of the beholder, of course, and in this light one of the most interesting/least superficial things about The Tempest for me this time around was coming to grips with how cleverly the play's events unfold at a crossroads between the dream or magical world of the action, itself influenced by classical literature at times, and the modern world contemporaneous with the writing of the play.  A few words about the "man-monster" Caliban (3.2.11) should help explain what I mean.  Although Caliban is said to have been "hag-born" of the witch Sycorax (1.2.283), he lives in perpetual fear of Prospero because Prospero's magic powers are greater than those of Caliban's own god Setebos (1.2.372).  Setebos, the editors of the Norton edition explain, was "a devil of the Patagonian natives, according to Richard Eden's 1555 translation of Antonio Pigafetta's account of Magellan's circumnavigatory expedition" (19).  Caliban, who is elsewhere feared as somebody with connections to "devils...savages and men of Ind" (2.2.54-56) at a time when the people of England were laying out coins to see "a dead Indian" for the novelty of the spectacle (2.2.31), is hence a link to the New World of the Age of Discovery just as surely as Prospero's "Ye elves of hills, brooks, standing lakes, and groves" speech in 5.1.33-50 textually riffs on a Medea incantation from Ovid's Metamorphoses.  Shakespeare, not too shabby a playwright for a guy not above an uncouth reference to an unmarried woman's "virgin-knot" (4.1.15) nor a syphilis joke or two!

William Shakespeare (1564-1616)

domingo, 12 de febrero de 2023

El día que apagaron la luz

El día que apagaron la luz (Seix Barral, 2019)
por Camila Fabbri
Argentina, 2019

Camila Fabbri, una estudiante de 15 años en aquel entonces con la que su madre describió como una "cara de ocho" (25), fue a un recital de la banda de rock Callejeros en diciembre de 2004 al boliche República Cromañón en el barrio de Once de Buenos Aires.  La siguiente noche, estalló un incendio al local provocando una tragedia que dejó 194 muertos y casi 1500 heridos.  El día que apagaron la luz, una especie de novela de no ficción o, quizás mejor dicho, un collage dedicado a los eventos quince años más tarde, combina una crónica en primera persona por parte de Fabbri con entrevistas con y testimonios de varios sobrevivientes y/o miembros de la familia de los víctimas, mensajitos y texts tomados de WhatsApp y Facebook Messenger, y cosas por el estilo.  Una lectura desgarradora.  Un padre, médico de profesión, que llegó a Cromañón para recoger a sus dos hijas que habían escapado del boliche, después entró al lugar para salvar vidas si posible: "Lo que vi no me lo olvido más: ahí arriba como una presencia en el techo, vi una nube negra muy fina y larga.  Parecía de cemento o de alquitrán.  No se movía, no era vaporosa.  Parecía pintada con material, como una señal de tránsito o algo del más allá.  Yo no creo en los fantasmas, pero esa nube parecía hablar"(143).  Paradójicamente dado que el libro debe haber sido enormemente difícil de escribir, Fabbri misma hace hincapié en el trauma y la angustia de esa noche infernal sin tener pelos en la lengua.  A la espera de noticias de seres queridos que iban a ir al concierto, resulta que una amiga de Fabbri miraba la pared "con la vista perdida" durante gran parte de la noche.  Añade Fabbri: "La mañana del 31 de diciembre en Buenos Aires muchas personas no han dormido y están buscando, como zombies recién convertidos, el cuerpo humano que les corresponde" (89).  La misma amiga, cuyo novio y mejor amigo murieron esa misma noche, asistió al velorio del primero dentro de poco.  La autora nota que el llanto de la chica se convertió en mutismo a la casa funeraria cuando ella comprendió que lo que encontró en el cajón no era su novio sino "era solo un cuerpo.  La esencia --o el movimiento-- se habían retirado.  Esta idea la contuvo.  Para quien la mirara de lejos", Fabbri puntualiza, "era una imagen ilegal: una quinceañera sola mirando de cerca a su novio recostado dentro de una caja de madera" (92).  ¿Difícil de escribir todo esto?  Difícil de pensarlo y de leerlo también pero con su enfoque coral, Fabbri incluso introduce una suerte de autocrítica al compartir este comentario desaprobador de un conocido: "Yo no sé para qué querés que te cuente qué estaba haciendo esa noche.  Me parece morboso y no le interesa a nadie.  No entiendo qué querés hacer con esto y tampoco me importa" (153-154).  Dejo la última palabra, más comprensiva, a otra amiga de Fabbri: "A los quince años no pensás en la muerte.  De repente, tuvimos que pensarla.  Éramos muy chicas para entender" (69).

Camila Fabbri

viernes, 3 de febrero de 2023

Nos richesses

Nos richesses (Points, 2021)
par Kaouther Adimi
France, 2017

Edmond Charlot, un personnage historique, avait vingt et un ans quand ouvrit la librairie de prêt et maison d'édition Les Vraies Richesses dans Alger en 1936.  Ryad, un personnage fictif, a vingt ans quand il arrive à Alger en 2017 pour vider l'endroit de l'ancienne librairie de tous les livres et les meubles.  << Détruire une librairie, c'est un travail, ça? >> lui demande un vieil homme du quartier.  Combinant un carnet imaginé d'Edmond Charlot avec une narration à la troisième personne et de temps en temps même à la première personne du pluriel, Kaouther Adimi (née à Alger en 1986 mais qui maintenant vit à Paris) réussit à recréer un monde situé au 2 bis de la rue Hamani, ex-rue Charras, Alger avec histoires qui se croisent, des brèves apparitions de Camus, de Giono, et de Mouloud Feraoun entre autres, tout raconté avec beaucoup de chaleur.  La voix de Charlot est une des clés du succès du roman quant à sa représentation d'une vie consacrée à la littérature: << Reçu hier une lettre de Jean Giono !  Giono le grand.  >> on lit dans le journal de 9 mai 1936.  << Je lui avais écrit sans trop d'espoir pour lui demander l'autorisation d'appeler la librairie Les Vraies Richesses en référence à son récit qui m'avait ébloui et où il nous enjoint à revenir aux vraies richesses que sont la terre, le soleil, les ruisseaux, et finalement aussi la littérature (qu'est-ce qui peut-être plus important que la terre et la littérature ?).  J'ai failli déchirer la lettre en l'ouvrant.  Fébrilité.  J'ai répété à Jean Pane ce qu'il nous répond: 'Vous pouvez bien évidemment utiliser ce titre.  Il ne m'appartient pas.'  >>  Le rève de Charlot, ce de créer << avant tout un lieu pour les amis qui aiment la littérature et la Méditerranée >> (36-37), naturellement est entré en conflit avec l'histoire du siècle, qu'Adimi décrit en passages sur les massacres de Sétif, du 8 mai 1945, et d'Algériens à Paris, du 17 octobre 1961; en souvenirs sur la décennie noire quand, selon un personnage, << ces monstres >> du terrorisme << débarquaient dans les villages et tuaient hommes, femmes et enfants...  Imagine le courage des journalistes à cette époque.  Ils ont tout subi: les assassinats, les bombes, les menaces, les enlèvements, l'exil, les reproches... mais chaque jour, ils étaient à leur poste de travail.  Pour des gens comme nous qui n'avions pas d'autres moyens de comprendre ce qui se passait, c'était important >> (129-130); et avec tendresse pour l'idéalisme d'un libraire-éditeur qui a cru, comme l'inscription sur la vitrine de son magasin, qu'Un homme qui lit en vaut deux.  J'ai été très ému par ce récit.

Kaouther Adimi