El astillero (Cátedra, 2007)
por Juan Carlos OnettiUruguay, 1961
"Pero la indiscutida decadencia de Larsen era, a fin de cuentas, la decadencia de sus cualidades y no un cambio de éstas" (172).
Antes de haber leído esta novela, mi admiración por el uruguayo Onetti (1909-1994) trajo su origen de un puñado de cuentos suyos ("Bienvenido, Bob", "El infierno tan temido", y "La cara de la desgracia" entre otros) de estilo tan brutal como eficaz. Aunque todavía pienso que algunos de estos cuentos me impactaron más que El astillero, terminé las últimas páginas de la novela queriendo leer más de Onetti. Y pronto. El argumento, tal cual como es, tiene que ver con el regreso de un tal Larsen a la ciudad de Santa María luego de un exilio de 5 años. Larsen, por otro nombre Juntacadáveres por haber sido otrora el proxeneta de un prostibulario en el pueblo notorio por manteniendo una cuadra de putas viejas, parece ser un hombre derrotado; al menos, todo lo que quiere ahora es de convertirse en el Gerente General de un astillero insolvente y de enamorarse con la hija loca del dueño de la empresa. Si esto no te parece como una "lectura feliz" en cierto sentido, tienes toda la razón. El astillero es una novela donde el ambiente fantasmal y gris vale más que la trama, y es bastante claro desde el principio que no habrá redención en cuanto a los crisis de los personajes principales. A pesar de esto, uno de los placeres de leer Onetti es descubrir la gracia con que él cuenta la historia de un fracasado: la sinceridad y, a veces, la compasión se destacan. Otro toque sobresaliente acá es el narrador de tercera persona que describe el deterio de Larsen desde la perspectiva de un "nosotros" de comunidad--casi como si los eventos narrados en la novela pertenecieron al tejido social de Santa María en cuanto a sus mitos y su historia. En todo caso, si El astillero no es una novela para todo el mundo, sí es una lectura gratificante para los que les gustaría leer algo por un posible eslabón perdido entre Arlt y Faulkner. Por extraño que parezca, fascinante.
The Shipyard [El astillero] (Serpent's Tail, 2006)
by Juan Carlos Onetti [translated from the Spanish by Nick Caistor]
Uruguay, 1961
"Yet in essence Larsen's undeniable decline was the decline of what was already there, not any real change" (124).
Before having read this novel, my admiration for the Uruguayan Onetti (1909-1994) was limited to a handful of short stories of his ("Bienvenido, Bob," "El infierno tan temido," and "La cara de la desgracia" among others) as brutal as they were accomplished. Although I still prefer a couple of those short stories to The Shipyard in terms of their overall impact on me, I finished the last few pages of the novel wanting more of Onetti. Soon. The plot, such as it is, has to do with the return of a man named Larsen to the city of Santa María after an exile of five years. Larsen, nicknamed "Corpse Collector" for his stint as the one-time manager of a brothel in the town notorious for its stable of aged prostitutes, seems to be a broken man; now, all that he wants out of life is to become the Managing Director of a bankrupt shipyard and to win the hand of the shipyard owner's crazy daughter. If this doesn't sound quite like happy reading to you, you're right. The Shipyard is the type of novel where the grim and phantasmal atmosphere wins out over plot, and it's pretty clear from the beginning that there will be no redemption for any of the major characters' existentialist crises. That having been said, one of the pleasures in reading Onetti is his grace in telling a loser's story with an unflinching honesty and, at times, even a sort of compassion. Another interesting thing about this novel is the third person narrator who describes Larsen's swan song from a sort of "community perspective"--almost as if the events in the book had become a part of the fabric of local myth and history. Not a novel for everyone by any means but a fine downer read for anyone interested in a possible missing link between Arlt and Faulkner. Oddly compelling. (http://www.serpentstail.com/)
Juan Carlos Onetti
Oyó, ronco y débil, inconvincente, un bocinazo en el río repetido tres veces. Se palpó de cigarillos y no tuvo fuerzas para desprender el sobretodo húmedo que lo rodeaba, seduciéndolo, con un olor triste y cobarde, un perfume de resaca y de antiquísimas lociones que le habían refregado en el pelo en salones de peluquerías que series de espejos hacían infinitos, tal vez demolidos años atrás, increíbles ya, en todo caso. Sospechó, de golpe, lo que todos llegan a comprender, más tarde o más temprano: que era el único hombre vivo en un mundo ocupado por fantasmas, que la comunicación era imposible y ni siquiera deseable, que tanto daba la lástima como el odio, que un tolerante hastío, una participación dividida entre el respeto y la sensualidad eran lo único que podía ser exigido y convenía dar.
(El astillero, 145-146)
He could hear a ship's horn repeated three times on the river; a weak, unconvincing, rasping sound. He felt for cigarettes, did not have the strength to undo the wet coat clinging to him, seducing him with its rank, cowardly smell, an odour of hangovers mingled with old fashioned hair lotions rubbed into his scalp in barbers' shops that parallel mirrors extended to infinity, shops probably long since demolished, certainly by now unbelievable. He suddenly supected what everyone comes to understand sooner or later, that compassion was worth no more than hate, that a tolerant indifference, an attention divided by respect and sensuality, was all that could be asked for or be given.
(The Shipyard [translated by Nick Caistor], 94)
**For a more condensed sample of prime Onetti in English, check out The Vintage Book of Latin American Stories (2000), which features a translation of "El infierno tan temido" ["Hell Most Feared"] sure to dismay bloggers whose only conception of Lat Am lit has to do with "exotic" magical realism. In other words, pure genius!