por Alan Pauls
Argentina, 2003
A pesar de ser un poco esquizofrénico en cuanto a sus pasos de la tragedia a la comedia, El pasado, Premio Herralde de Novela de 2003 para el argentino Alan Pauls, era un buen, un jugoso, y ocasionalmente incluso un excelente libro que, sin embargo, me dejó con sentimientos encontrados al final. De hecho, a veces era como tomar un vino tinto con mucho cuerpo y encontrar pedacitos de corcho flotando en el vaso. ¡Epa! En líneas generales, la trama tiene que ver con la separación de Rímini y Sofía después de doce años y pico de haber sido la pareja perfecta según el juicio de sus amigos y sus familiares bonaerenses. La novela es, por consiguiente, una especie de post mortem sobre la extinción de su amor y sobre cómo nuestros recuerdos reaccionan frente a un castástrofe tan personal. Por turnos, Pauls narra con una mezcla de entendimiento psicológico sutil y un sentido de humor increíblemente corrosivo y escatológico. Resulta que Rímini, un traductor de oficio y un cocainómano y un onanista incansable de hobby, reanuda su viaje amoroso con dos otras mujeres antes de sufrir una crisis nerviosa en la que pierde sus lenguajes extranjeros y ambas mujeres antes de tocar fondo. Por su parte, Sofía, como un fantasma del amor perdido, parece contenta seguir los pasos a su ex a través de los años como una stalker en un thriller cursi. Mientras el lector espera y espera la reunión inevitable de los dos amantes a lo largo de la obra, en el medio del libro Pauls hace un cambio de dirección radical y empieza llenar sus 551 páginas con una nouvelle dedicada a un artista, Riltse, cuya fama como el fundador del movimiento Sick Art supuestamente tiene algo que ver con el amor enfermizo de nuestra pareja. Cerca del final, el novelista también añade un segmento más o menos nefasto en el que Sofía abre un bar llamado Adela H. donde se encuentra una sociedad autoayuda que se llama las Mujeres que Aman Demasiado. En este punto, empezó a preocuparme que nunca iba a acabar con el libro. A pesar de estas quejas, hay mucho en El pasado que me gustó. Pauls, por ejemplo, me sorprendió con muchas imágenes fuertes en cuanto al tema del amor perdido. En una escena, Rímini se niega a mirar las fotos de sus ex mujeres porque él finalmente entiende el poder devastador que contienen como testigos de su pasado personal. Como explica el narrador, esto tiene que ver con la "muerte" de la personalidad del personaje como un joven: "No, miraba una foto y no decía: Esto que miro sucedió; decía: Esto que miro sucedió y ha muerto y yo he sobrevivido" (252). En otra escena, Rímini se despierta y repite en voz alta el fragmento de un sueño que no recuerda haber tenido anteriormente: "Querer es lo que hacen los cuerpos, y nosotros sólo somos fantasmas" (444). Dentro de un cuadro romántico realista en el que incluso la más optimista Sofía puede preguntar, "Qué es el amor sino una forma de la selección natural?" (306), estas observaciones dolorosas son bellísimas y conmovedoras a la vez. También me gustó el alcance vertiginoso de Pauls como novelista. Además de las escenas demoledoras sobre el amor y el deseo, El pasado tiene muchas escenas inesperadamente divertidas como el camafeo de Jacques Derrida en una charla pública en Buenos Aires y la descripción de la llegada de una delegación de argentinos a un festival de cine en Europa (la delegación, leemos, fue "la primera en llegar, la que más equipaje llevó --pronto se enteraría de que la mitad de todas esas valijas estaban vacías-- y la única que exigió, bajo amenaza del cambiar de hotel en el acto, que la alojaran en un mismo piso y en habitaciones contiguas" [416]). Curiosamente, la novela también tiene un lado enigmático en cuanto a su concepción del tiempo: el agujero negro en el pasado de Rímini parece empezar en el año 1976, o sea el fin de la juventud de Rímini y Sofía, aunque se nota que la dictadura militar no se menciona especificamente. ¿Una mera coincidencia? Podés juzgarlo por ti mismo. Por mi parte, ahora tengo ganas de leer El factor Borges de Pauls dentro de poco para ver cómo el novelista funciona como crítico.
Alan Pauls
Este libro me atrapó mucho al punto que llegué a pensar que había sido la mejor novela argentina que había leído. ( de un listado breve ) Las aventuras del pintor son geniales con mucho olor a Fogwill. Con una prosa más fluida que sus posteriores novelas: Historia del pelo e Historia del llanto. Creo que le debe mucho a su maestro pero no deja de ser una novela maravillosa.
ResponderBorrarsaludos Richard
Mario, me encantó la prosa de Pauls (y, por supuesto, su sentido de humor también) pero al mismo tiempo su argumento me pareció ser un poco "fuera de control" a veces. En todo caso, gracias por recordarme de la "ascendencia fogwilliana" del novelista. Anticipo leer más de Pauls en el futuro. ¡Saludos!
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