lunes, 15 de diciembre de 2014

Diario argentino

Diario argentino (Adriana Hidalgo editora, 2006)
por Witold Gombrowicz [traducción del polaco por Sergio Pitol]
Argentina, 1968

"¡Al diablo con el paisaje!  ¡El paisaje es tremendamente estúpido!  Preferiría mucho más un robo, aunque fuese sólo pequeño".
(Diario argentino, 251)

Como es sabido, el conocido escritor/enfant terrible polaco Witold Gombrowicz llegó a Buenos Aires en el año 1939 justo una semana antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial.  El futuro "Gombro" o che "Witoldo" decidió quedarse en Argentina para los próximos 24 años, un autoexilio fecundo durante el cual se proclamó un conde de chanza (45), conoció a Borges ("quizás el escritor argentino de más talento"), a Bioy Casares y a las hermanas Ocampo (46), y escribió la gran novela Transatlántico (según el juicio de Ricardo Piglia, "una de las mejores novelas escritas en este país") y este diario íntimo mordaz lleno de declaraciones inesperadas sobre la escritura, la Argentina, y su tema preferido: ¡Gombrowicz él mismo!  De más está decir que nuestro héroe, un individualista por excelencia, me hizo reír abiertamente con la verdad pura y dura de sus opiniones y provocaciones.  Al principio del libro, por ejemplo, el autor reflexiona sobre el valor de escribir un diario para un literato: "Escribo este diario sin ganas", empieza.  "Su insincera sinceridad me fatiga.  ¿Para quién escribo?  ¿Si tan sólo para mí, por qué se imprime?  ¿Y si lo es para el lector, por qué finjo entonces conversar conmigo mismo?  ¿Hablar con uno mismo para que lo oigan los demás?"  Antes de mucho tiempo, Gombrowicz señala el reto específico para él en cuanto a su oficio de littérateur: "Sin embargo advierto que uno debe ser el mismo en todos los niveles de la escritura; es decir, que debería poder expresarme no sólo en un poema o en un drama, sino también en la prosa vulgar, en un artículo o en el diario...y el vuelo del arte tiene que encontrar su correspondencia en la región de la vida cotidiana, igual que la sombra del cóndor se refleja sobre la tierra".  ¿Un poco pretencioso?  Tal vez, pero esto no es nada en comparación con lo que sigue porque, como de costumbre, el "vanidoso" Gombrowicz soluciona al problema con un palmetazo estético: "Hay que abrirse.  Poner las cartas sobre la mesa.  Escribir no significa sino la lucha del artista contra los demás para resaltar su propia superioridad" (17-18).  En otra parte, el casi siempre impertinente Gombrowicz se burla de la falta de originalidad evidente en las sensibilidades europeizantes de los novelistas argentinos ("El problema principal para estos artistas no es expresar su pasión y construir un mundo, sino escribir una novela de 'nivel europeo' para que Argentina, para que América del Sur, logre al fin su papel representativo.  Tratan al arte como si fuera una competencia deportiva internacional y pasan horas cavilando en las causas por las que tan raras veces el equipo argentino logra meter un 'goal'" [123]) y, en uno de mis momentos favoritos, escandaliza al líder del élite intelectual de la ciudad de provincia de Tandil (un hombre caracterizado como un "comunista-idealista, soñador, buena gente, lleno de buena voluntad, benévolo, humano") con un ataque imprevisto dirigido a su llamado "trabajo en la localidad": "¡Dejen vivir en paz a la gente!" grita Gombrowicz a los "idealistas" marxistas.  "¿De dónde sacan que todos deben ser inteligentes e ilustrados?"  Y el golpe de gracia: "¡Dejen en paz a los brutos!"  "Dejé caer las palabras 'brutos' y, peor aún, 'vulgo', por las que de golpe me volví aristocrático", explica Gombrowicz.  "Era como si hubiera declarado la guerra...  Esa agresividad me fortaleció" (157-159).  Antes de concluir, debo confesar que el día que compré mi ejemplar de Diario argentino hace cuatro años en una librería en la avenida Corrientes de Baires (¡todavía tengo la factura!), no tuve ninguna idea de que el director's cut del diario de Gombrowicz incluye unas quinientas páginas más de las que se pueden encontrar en esta versión.  ¿Desilusionante?  ¡De ninguna manera!  Después de todo, quinientas páginas más sobre las aventuras argentinas del "conde" Gombrowicz significa quinientas páginas más dedicadas a su ars poética ("El arte y la rebelión son casi lo mismo.  Soy revolucionario por ser artista y en la medida que lo soy... Ese proceso milenario del que provengo está sembrado de nombres como los de Rabelais, Montaigne, Lautréamont, Cervantes, que son una permanente incitación a la rebeldía, algunas veces en suaves murmullos, otras en explosiones a voz en cuello" [94]) y quinientas páginas más dedicadas a citas geniales como ésta precipitada por su regreso a Europa: "No podré existir a menos que me sientan como enemigo" (261). Enfant terrible un jour, enfant terrible toujours.

El joven Gombrowicz (1904-1969) en 1939

8 comentarios:

  1. I read the yale version of this that came out in english a few years ago .I loved it he is such an interesting character in argentina but not iin their in heart still in europe at times

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Stu, I hope to pick up a copy of that Yale Gombrowicz Diary that you read before the end of the year. It's pretty great, isn't it? My edition, unfortunately, is incredibly abbreviated. As far as Gombrowicz's relation to contemporary Argentinean letters, though, I think he is/was in the hearts of many: Aira, Piglia, and Saer, for example, all either claim him as an influence or acknowledge his seminal contributions to the the modern Argentinean novel tradition as a result of his stay in the country (I have a post or two on this coming up if you care to check back).

      Borrar
  2. This sounds like great fun and really interesting too with the author's links to Borges, Bioy Casares and Ocampo. I enjoyed reading your review and had to smile at the section on Argentine novelists treating their art as if it were a sporting competition.

    When this review came up in my reader, I misread the title as Dario Argento - you know, the director of Suspiria, Inferno and other giallo films!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. It was great fun, Jacqui, and it made me laugh more and more because Dario Argento, I mean, Gombrowicz seemed to become more and more of a character as the diary went on--often resolving interior debates having to do with the purpose of his writing career with hilarious tirades beginning "I, Gombrowicz" or patting himself on the back for his "irreplaceable" greatness and originality! The ironic thing about the Borges, Bioy Casares and Ocampo comments in my copy of the diary is that Gombrowicz was obviously taking great pains to damn that crowd with faint praise; even though he devilishly claimed to be a count on his arrival in Argentina and would often affect "aristocratic" pretensions in his day to day behavior, he was apparently very interested in Argentina's "low culture" and seemed put off by some of the "high culture" snobbery of the Borges and Ocampo "artists."

      Borrar
  3. I have two Gombrowicz books on the shelf as yet unread, but the nonexistent one Jacqui imagines is what I'd really love to read: a Gombrowicz book on Dario Argento.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Scott, the imaginary Gombrowicz title that you and Jacqui have made me want to check out is his book on Asia Argento! For now, I'm just making my way through Trans-Atlantyk alas.

      Borrar
  4. I have yet to read any Gombrowicz but soon, soon. Currently reading Aira's Ghosts. Interesting thus far.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. I've enjoyed the two Gombrowicz works I've read so far, Séamus. He sure was from the "amusing weirdo" school of novelists all right! Speaking of which, looking forward to seeing how you get on with that Aira.

      Borrar