Vida de monstruos. Espacio, violencia y ficción en la obra de Roberto Arlt (Contratiempo Ediciones, 2010)
por Zenda LiendivitArgentina, 2010
Un ensayo académico, escrito por una arquitecta e investigadora independiente anteriormente afiliada con la Universidad de Buenos Aires, sobre la función del espacio en la obra de ese malandra Roberto Arlt. Aunque Vida de monstruos por cierto no es un buen sustituto de la lectura de Arlt, sí es muy útil como una aproximación al estudio del espacio urbano en la obra del escritor. Me gustó, por ejemplo, cómo Liendivit describe Arlt como un novelista que "actúa como un detective en busca de pistas para rearmar la escena de un crimen que se cometió con anterioridad pero que, sin embargo, no tiene del todo el signo negativo. El crimen es, por supuesto, la propia Buenos Aires, y en extensión, la metrópolis moderna" (33). También me gustó cómo la autora situa a Arlt dentro de una Buenos Aires que "es crimen, verdugo y víctima" a la vez (34) por medio de su propia escritura; conozco las novelas y un puñal de los cuentos de Arlt, por supuesto, pero esta cita de una de sus Aguafuertes porteñas ("Existe la sociedad") para mí fue nueva (47):
Yo creo que la sociedad o "nuestra sociedad" (la de ellos, no la mía) existe para los que creen en ella. Pasa con esto lo mismo que con aquellos sujetos que toman cocaína. En cuanto probaron ese alcaloide, dicen con el tono más lleno de suficiencia que puede conocerse:
-Hoy todo el mundo toma cocaína.
Y todo el mundo, como es natural, son ellos y cuatro gatos.
Dado que Vida de monstruos es un trabajo brevísimo, supongo que yo hubiera preferido ver más datos sobre el panorama histórico porteño en aquel entonces y menos énfasis sobre los estudios de la ciudad tomado de la perspectiva de la literatura comparada. O eso o más tiempo con los escritores argentinos. ¿Por qué? Aunque entiendo la importancia conceptual de un paralelo entre la Baires moderna de Arlt y la Berlin moderna de Döblin, a mí me parece que Liendivit luce más cuando versa con los porteños. No sabía, por ejemplo, que Ezequiel Martinez Estrada había aseverado "que no hay posibilidades de un Baudelaire o de un Whitman, en Buenos Aires" porque "la ciudad...es destructora de poesía" (111). Además, me encantaron las comparaciones de Arlt con Borges a lo largo de la obra. Aquí se puede ver una sobre el uso del lenguaje y el actitud de ambos escritores hacia "la literatura official" (53):
Con el recurso de Babel, [Arlt] confunde al idioma, lo mezcla, lo subvierte, lo vuelve indócil y extranjero para los antiguos proprietarios mientras recluta nuevos fieles que como él, desconocen patria, linajes y herencias. Así como el lunfardo construye a su manera el mundo carcelario, con sus códigos, complicidades y exclusiones, el cocoliche, la mixtura de voces extranjeras con el español antiguo y el lenguaje aportado por la técnica así como la mala sintaxis fundan una Buenos Aires definitivamente singular y sobre todo intraducible. Arlt realiza el proceso inverso de Borges (que escribe bien, para ser traducido, leído y comprendido afuera), interrumpiendo la conexión que aspira la modernidad y singularizando lo que está destinado a la normalización, o a la universalización. Arlt no busca le reproductibilidad de su obra, porque esto lo convertiría en aquello que ataca, sino que ésta impacte, como las bombas de su admirado Di Giovanni, en las vidas de sus víctimas-aliados para despertarlos del letargo, de cierta idea de destino prefijado que él lucha por esquivar a fuerza precisamente de demoliciones y subversiones (54-55).
Si uno esté de acuerdo con Liendivit sobre este punto o no, lo interesante acerca de la comparación es cómo nos recuerda de la particularidad de Buenos Aires como zona de transición en la vida temprana de Arlt y Borges. Una metrópolis en vías de formarse sí. Pero también una ciudad donde los extranjeros "representaban casi el 50% de la población total de Buenos Aires a mediados del década del '10", según nos dice la autora, y "no sólo portaban costumbres e ideas extrañas sino, y principalmente, constituían peligro de contaminación lingüística" (51). Si el lenguaje es el poder y la obra de Arlt claramente rechaza el idioma "oficial" y la supuesta alta cultura de su ciudad natal, qué ironía que aquello "peligro", en la forma de un hijo de inmigrantes llamado Roberto Arlt, un día sería el sujeto de un ensayo como lo de Liendivit. ¡Vamos, una sonrisa!
Zenda Liendivit