El mal de Montano (Anagrama, 2002)
por Enrique Vila-Matas
España, 2002
Musil parece haber adivinado lo que te estás preguntando.
--Resistentes --te dice--, gente de letras y de catacumba. Luchadores contra la destrucción de la literatura. Me gustaría reunirlos en algún lugar y allí empezar a poner bombas mentales contra los falsos escritores, contra las granujas que controlan la industria cultural, contra los emisarios de la nada, contra los puercos.
(El mal de Montano, 258)
Dada la rara estructura pentagonal de
El mal de Montano (una novela en la forma de un diario íntimo, un diccionario biográfico, un discurso sobre la teoría literaria, un viaje sentimental, y un ensayo humilde) y las conversaciones reales e imaginadas de escritores como Kafka, Musil, y Walser que tienen lugar a lo largo de la obra, apenas es de extrañar que el mal del título se explica como lo de estar enfermo de la literatura. ¡Vila-Matas ve los muertos! Por otra parte, sí es sorprendente que esta obra viva se parezca a una piñata dinamitada con toda la despreocupación de
Benjamin Péret insultando a un cura católico (por supuesto, el narrador de Vila-Matas protagoniza como Péret y "los enemigos de la literatura" interpretan el papel del cura en este esquema mío). Aunque es más ambiciosa y menos de calidad constante que ese triunfo de la antinovela
Bartleby y compañía,
El mal de Montano es una obra chistosamente obsesiva que está a su mejor cuando explora las intersecciones entre la ficción y la realidad, la literatura y la crítica literaria. A veces los puntos culminantes vienen en citas jugosas memorables, como en este comentario por Paul Valéry en una entrada biográfica sobre el poeta: "La estupidez no es mi fuerte" (202). En otros tiempos, son más extensos, como el capítulo donde una secuencia dedicada a un ensayo de Alan Pauls sobre el tema de la enfermedad en los diarios del siglo XX se traslada a esta meditación acerca del valor de la sinceridad en la literatura por Witold Gombrowicz: "¿Se ha visto alguna vez un diario que fuera sincero?
El diario sincero es sin duda el diario más falaz, pues la franqueza no es de este mundo. Y, a fin de cuentas, ¡la sinceridad, vaya una lata! No es nada fascinante" (145). Entre la abundante proliferación de nombres y obras citados a lo largo de la obra, uno de los momentos más interesantes llega cerca del final en una escena en cual Vila-Matas parece hablar a través de su alter ego literario con la fuerza de un aficionado del modernismo como
Gabriel Josipovici: "Me gustan las novelas que no tienen final. El lector que busca novelas acabadas --decía Unamuno-- no merece ser mi lector, pues él mismo está ya acabado antes de haberme leído. Y, en fin, me acuerdo de que Walter Benjamin decía que toda obra acabada es la máscara mortuoria de su intuición" (281-282). La máscara mortuoria de su intuición, ¿me dices? Obviamente, tendré que leerme alguna obra de Benjamin antes de (
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Montano's Malady (New Directions, 2007)
by Enrique Vila-Matas [translated from the Spanish by Jonathan Dunne]
Spain, 2002
Musil seems to have guessed what you're wondering.
"Resistance," he says, "underground people of letters. Fighters against the destruction of literature. I'd like to gather them together and start planting mental bombs against false writers, against the rogues who control the culture industry, against the emissaries of nothingness, against the pigs."
(Montano's Malady [translated by Jonathan Dunne], 189)
Given the unusual pentagonal structure of
Montano's Malady (a novel in the form of a
journal intime, a biographical dictionary, a speech on literary theory, a sentimental journey-style travel diary, and the humble essay) and the real and imagined conversations of writers like Kafka, Musil, and Walser that take place within it, it's hardly surprising that the titular malady is defined as a species of "literature sickness." Vila-Matas sees dead people! On the other hand, what may be surprising to some is that this lively work resembles an anti-novel of a piñata blown to pieces with all the insouciance of
Benjamin Péret insulting a priest (naturally, Vila-Matas' narrator stars as Péret and "the enemies of literature" play the part of the priest in this little formulation of mine). While both more ambitious and more inconsistent than the anti-novelist's earlier triumph
Bartleby & Co.,
Montano's Malady is a comically obsessive work which is at its neurotic best riffing on the intersections between fiction and reality, between literature and literary criticism. Sometimes the highlights come in quick, memorable soundbites, as in the citation of a Paul Valéry quote ("Stupidity isn't my strong point") in the middle of a biographical entry on the poet (145). At other times, they're more extended in nature, like the chapter in which a reference to an Alan Pauls essay on the theme of illness among 20th century diary writers leads to this reflection on the unimportance of sincerity by Witold Gombrowicz: "Has there ever been a diary that was sincere?
The sincere diary is without a doubt the most fallacious, because frankness is not of this world. And also--sincerity, what a bore! It isn't even faintly fascinating" (102). Amid the vast proliferation of names and works cited throughout the course of the work, one of the highlight reel moments comes near the end in a sequence in which Vila-Matas himself seems to be speaking through his
Josipovici-like literary alter ego: "I like novels that have no end. The reader who seeks finished novels--Unamuno said--does not deserve to be my reader, since he himself is already finished before he's read me. In short, I recall that Walter Benjamin maintains that every finished work is the death mask of its intuition" (207). The death mask of its intuition, eh? Obviously, I need to read me some Benjamin before (
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Enrique Vila-Matas
PESSOA, Fernando (Lisboa, 1888-Lisboa, 1935). Inventó un personaje de nombre Bernardo Soares y delegó en él la misión de escribir un diario. Como dice Antonio Tabucchi, "Soares es un personaje de ficción que adopta la sutil ficción literaria de la autobiografía. En esta autobiografía sin hechos, de un personaje inexistente, está la única gran obra narrativa que Pessoa nos dejó: su novela" (182).
PESSOA, Fernando (Lisbon, 1888-1935) invented a character by the name of Bernardo Soares, to whom he delegated the mission of writing a diary. As Antonio Tabucchi writes, "Soares is a fictional character who adopts the subtle literary fiction of autobiography. In this autobiography without facts, of a nonexistent person, is the only great narrative work left to us by Pessoa: his novel" (130).