por Roberto Bolaño
España, 1998
Al haber leído tantas novelas maravillosas desde que la primera vez que leí Los detectives salvajes, me alegro decirles que el mamotreto de 1998 de Bolaño siga siendo impresionante la segunda vez. De hecho, joder, debo decirlo más claramente: esto libro me hace indeciblemente feliz. Estructuralmente algo de una "novela puzzle" en la tradición de vanguardia de Rayuela de Cortázar y de La vida instrucciones de uso de Perec, la obra se abre y se acaba con la historia del poeta adolescente hiperactivo Juan García Madero y de su iniciación en el llamado movimiento real visceralista en México a mediados de los setenta. Más tarde, el argumento abarca veinte años y pasa por múltiples continentes siguiendo la pista de Arturo Belano y Ulises Lima (ellos mismos obsesionados con la búsqueda de una poeta mexicana vanguardista de los años 20 que se llama Cesárea Tinajero), los líderes de los real visceralistas además de ser vagos y vendedores de drogas y poètes maudits latinoamericanos, como el movimiento se desintegra. A través de una manera de narrar que es asombrosa y, de vez en cuando, incluso sumamente exuberante por parte de Bolaño--en particular, el uso de una multiplicidad de más que 50 narradores que comparten sus diarios íntimos, historias orales, y monólogos en un mosaico de noventaiocho fragmentos de primera persona (¡que Thomas Bernhard supere a eso!)--un rayo x del alma de una generación de jovenes latinoamericanos perdidos eventualmente emerge de la nube de vapor. Algunos aspectos notables personales. El humor. Con la excepción posible de La literatura nazi en América, esto tiene que ser lo más definitivamente chistoso de todos los libros de Bolaño a pesar del horror que también se nota. ¡La mera idea de una revista de literatura que se llama Lee Harvey Oswald! La oración borracha de Ernesto San Epifano sobre la literatura heterosexual, homosexual y bisexual ("Las novelas, generalmente, eran heterosexuales, la poesía, en cambio, era absolutamente homosexual, los cuentos, deduzco, eran bisexuales, aunque esto no lo dijo" [83]). La manera distintivamente mexicana de un grupo de amigos de decir "ya basta" a un tipo que está exagerando la historia de una conquista sexual: "-No te la prolongues -dijo Pancho. -No le pongas tanta crema a sus tacos -dijo el hermano" (70). El lenguaje y la oralidad. Además de cómo Bolaño resuelve los problemas de la interioridad y de la perspectiva de sus personajes con la proliferación de narradores --algunos, como Carlos Monsiváis y Michel Bulteau, escritores vivos con caras públicas conocidas --no menos impresionante es la atención prestada al habla de la "vida real" y a la poesía de las pláticas cotidianas. Los mexicanos, por ejemplo, hablan con el abanico completo de útiles palabrotes nacionales como hijo de la chingada, pinche, pendejo, mamón, naco y buey mientras que los argentinos y los uruguayos se diferencian por el uso de pibes en vez de chicos, etcéra. En general, supongo, me gusta escuchar el diálogo de los personajes y también me gusta rendirse a una experiencia cuentística en cual un teenager puede describir a los poetas mexicanos como "mis futuros colegas' y en cual un duelo de sables entre un novelista y un crítico literario puede parecer como lo más natural de todo debido a las otras tragicomedias bajo consideración. En resumen, un cóctel molotov de la ternura y la desesperación. ¡Órale! (http://www.anagrama-ed.es/)
The Savage Detectives (Picador, 2008)
by Roberto Bolaño [translated from the Spanish by Natasha Wimmer]
Spain, 1998
Having read so many other wonderful novels since the first time I tore through The Savage Detectives, I'm happy to note that Bolaño's 1998 chunkster still impresses the second time around. In fact, fuck it, let me make that more clear: this book slays me. Structurally something of a "puzzle novel" in the envelope-pushing tradition of Cortázar's Hopscotch and Perec's Life A User's Manual, the work opens and closes with hyper teenage poet Juan García Madero's account of his initiation into the so-called visceral realism poetry movement in mid-1970s Mexico City before spanning twenty years and criss-crossing multiple continents following in the footsteps of visceral realist leaders/lowlifes/small-time drug dealers/Lat Am poètes maudits Arturo Belano and Ulises Lima--themselves hot on the trail of a vanished avant-garde Mexican poet from the 1920s named Cesárea Tinajero--as and after the movement implodes. Through ace, often wildly exuberant storytelling on Bolaño's part--in particular, the use of a multiplicity of upwards of fifty narrators who share their diary entries, oral histories, and monologues in a mosaic composed of ninety-eight distinct first-person fragments (top that, Thomas Bernhard!)--an x-ray of the soul of a lost generation of Latin American youth eventually emerges from the haze. Some personal highlights. Humor. With the possible exception of Nazi Literature in the Americas, this has got to be the most laugh out loud funny of all Bolaño's books by far despite the desperation that's also present. I mean, c'mon, the very idea of a litmag called Lee Harvey Oswald! Ernesto San Epifanio's drunken three-page rant on heterosexual, homosexual, and bisexual literature ("Novels, in general, were heterosexual, whereas poetry was completely homosexual; I guess short stories were bisexual, although he didn't say so" [80, in Natasha Wimmer's translation]). The distinctively Mexican way a group of immature young friends razz the guy who's laying it on too thick during the recounting of a sexual conquest: "-No te la prolongues -dijo Pancho. -No le pongas tanta crema a tus tacos -dijo su hermano" ["'Don't overdo it,' said Pancho. 'Don't put so much cream on your tacos,' said his brother"] (73, in my rendering of the Spanish original; Wimmer presents this exchange on page 69 of her translation as "'Spare us,' said Pancho" and "'Cut the crap,' said his brother," which conveys the essence of the colloquial dialogue but doesn't do justice to the second brother's culinary witticism). Language and orality. In addition to how Bolaño resolves the problems of interiority and POV with the profusion of narrators here--some, like Carlos Monsiváis and Michel Bulteau, living writers with established public personas at that--no less impressive is the attention paid to "real-life" speech patterns and the poetry of everyday chatter. The Mexicans, for example, use the full panoply of national curse words like hijo de la chingada, pinche, pendejo, mamón, naco and buey for insults; the Argentineans and Uruguayans speak in terms of pibes in place of chicos for boys and kids, etc. (would that I knew how Wimmer handles all these regionalisms). Mostly, I guess, I just like listening to the way Bolaño's characters talk and the act of surrendering myself to a storytelling experience in which a teenager who can refer to dead Mexican poets as "my future colleagues" and a swordfight between a novelist and a critic on a beach can seem like the most natural things in the world amid all the other tragicomedies on display. In short, a Molotov cocktail of tenderness and despair. ¡Órale! (http://www.picadorusa.com/)
Savage (and non-savage) Readers
Rise of in lieu of a field guide
Amanda of Simpler Pastimes
Bellezza of Dolce Bellezza
Bettina of Liburuak
Caroline of Beauty Is a Sleeping Cat
Gavin of Page247
Sarah of A Rat in the Book Pile
Sarah of what we have here is a failure to communicate
Scott of seraillon
Selena of luxe hours